La huida de Nathan (John Gilstrap)

Homenajear es un verbo eminentemente positivo aunque tiene un aire intelectualoide y cierto tono nostálgico. Ya que habitualmente los homenajes se tributan a antiguas glorias en reconocimiento a lo que fueron pero que, definitivamente tras el homenaje, ya nunca serán. Por todo esto, rendirle homenaje a este libro estaría fuera de todos los parámetros ya que una de sus principales señas de identidad es su frescura, su aquí y a hora, su lenguaje para nosotros, de uno de los nuestros. En definitiva podríamos decir que se trata de un best seller. Este último calificativo es tan ambiguo, tan amplio, que permite aplicarlo sin riesgo alguno a una inmensa cantidad de libros que al menos tienen una característica común: un público amplio. Entraríamos en discusiones farragosas si la emprendiéramos a mandoble limpio contra la escasa calidad de literaria de los best seller. Generalización falsa a mi juicio que parece pretender que para que algo sea verdadera literatura debe rechinar polvo y necesitar de una enciclopedia a mano para ser comprendida. Este libro es un best seller, nunca pasará a los anales de la historia y sin embargo es un muy buen libro porque el autor sabe entremezclar acción, profundidad en sus personajes y lenguaje ágil.

La acción: Un niño de 12 años asesina a un vigilante del centro penitenciario en el que estaba ingresado. Tras este punto de partida, la historia es un continuo rompeolas, un no parar de secuencias de gran intensidad engarzadas perfectamente en la historia principal. La profundidad de los personajes: A excepción de uno o dos personajes, el trío protagonista es excelente: un policía al borde del shok por la muerte de su hijo, un niño bueno que ha aprendido a usar un arma y una locutora de radio trepidantemente mal hablada que oculta bajo su seudónimo y sus tacos un corazón grande. Lenguaje ágil: La literatura es el arte de la letra escrita, el arte de las palabras, pero también el arte de contar con palabras, no podemos exigir a todos los escritores que sean poetas. No siempre los ojos de marta permiten oír el mar. El arte de contar, de engarzar, de entretener, forma parte también de la literatura y ahí la rapidez, la fluidez y la soltura del lenguaje son mecanismos nada fáciles de lograr, al igual que la economía lingüística. Porque no hay nada que me reviente más que el intento de parecer profundo cuando no se es. Acepto las hamburguesas, siempre que no pretendan ser entrecots a la pimienta.